«Yo Soy el Que Soy»

Cuando Moisés le preguntó a Dios por su nombre (pues así era la concepción de la divinidad en la antigüedad: que habían varios dioses, cada uno con su nombre, como Anubis, El, Baal, Zeus...), el Señor le respondió, literalmente, con su nombre. Le respondió definiendo quién era realmente:

«YO SOY EL QUE SOY»

Así es, Dios es el Yo Soy el Que Soy. El Ser Subsistente. El Que Es, porque es en virtud de sí mismo y no de otro. Su ser no participa de nada ni de nadie, pues es por sí mismo. 

¿Acaso algo así podía caber en la cabeza de Moisés y los demás israelitas? ¿Esos que tenían por más familiar a dioses tan humanos (y animales) como Anubis, Amón, o el toro Apis? Dioses que tuvieron un comienzo, que su ser participaba del de otro dios o de algún objeto determinado. Es decir, que no eran propiamente dioses. 

Dioses que batallaban entre ellos, que tenían vicios, defectos, irregularidades. Dioses que podían morir, como fue efectivamente el caso de Osiris. 

Y he aquí que a Moisés le habla un Dios, «el Dios de los hebreos», el de su pueblo. Pero he aquí que no le dice: «Mi nombre es Fulano», sino que le dice: «Yo Soy el Que Soy».
Le está, prácticamente, diciéndole muchas cosas, pero en resumidas cuentas lo que le dice es que es el único Dios vivo y verdadero, pues es el único Que Es. 

¡Cuán grande es Dios! Y después de saber, por muchos siglos de Revelación, y por incluso la misma razón natural, que Dios Nuestro Señor es, muchos se atreven a poner en el altar de su corazón dioses falsos, dinero, placeres, a sí mismo y toda clase de ídolos repugnantes. 

Dios es el único que es por sí mismo, el único Ser que NO es contingente. Nosotros sí somos contingentes, pues en Él nos movemos y existimos. 

¡Bendito sea Dios por los siglos! ¡Sométase a Cristo, Amor de amores, toda criatura! 

Pax et bonum 

Matthaeus, ancillus Domini. 


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