La sed infinita: Dios es su Agua

Podemos decir, sin ningún miedo y con confianza de que todos los lectores estén de acuerdo, en que el fin primordial del hombre es el de encontrar la felicidad: todos los hombres buscamos la felicidad, incluso muchas veces de forma desesperada. Todos los hombres buscamos la felicidad, ser felices. De ahí se plantea una profunda e interesante pregunta: ¿qué es exactamente la felicidad? ¿Sentir alegría

Miremos al hombre en su interior: todos tenemos una profunda y terrible sed de lo infinito, un vacío insondable que absolutamente nada de este mundo puede satisfacer. 
Los vicios y pecados, los actos moralmente reprobables, lo inmoral, no lo hacen los hombres (al menos comúnmente) por pura malicia, sino que lo hacen porque esperan obtener en el ejercicio de ellos un bien. 

¿Por qué un hombre llegaría a masturbarse, o cometer adulterio? Pues porque en el ejercicio de esos actos busca una felicidad, un bien, un placer. 
¿Por qué un hombre asesinaría a un inocente? Pues en caso de que simplemente lo odiara, buscaría también satisfacer un deseo que cree que le haría obtener una pieza de felicidad: deshacerse, por ejemplo, de aquel hombre que ha ultrajado su honor; o bien en el caso de un psicópata, busca un placer que obtiene al cometer tales actos. 

Si analizamos con cuidado, TODOS los actos del hombre de esta naturaleza van encaminados a una sola cosa en la práctica: encontrar la felicidad, rellenar ese terrible vacío, que exige ser saciado y llenado. 
Pero es que la realidad es que, como es comprobable, nada físico, nada material, nada de este mundo, NADA, puede llenar ese vacío, esa sed. Podrás comer millones de patatas o galletas, o beber millones de litros de alcohol, o fumarte cuatro mil porros, o masturbarte ocho mil veces al día, o tener sexo cinco veces al día, o películas, o series, o videojuegos, o amigos, o familia, o noviazgo... 
NADA podrá llenar ese infinito vacío. Porque lo efímero, no puede saciar lo que es infinito; al igual que nuestra vejiga expulsa el agua que hemos ingerido, y queda vacío; o al igual que nuestros intestinos expulsan la comida que hemos consumido, y queda vacío: porque así pasa con esta innata sed que tenemos de infinito: tratamos de llenarla y saciarla con algo material, y a los cinco minutos como quien dice, ya no hay nada. 

¿Qué es lo que sacia esa sed infinita? ¿Acaso el hombre puede tener un deseo innato insaciable? 
No. El mismo Infinito es lo que sacia tal deseo: Dios, el Señor, es lo que sacia tal deseo, tal terrible e imponente vacío. 

¡Oh, qué necios, qué idiotas somos! Tratamos de saciar la sed de infinito con cosas efímeras, con cosas que tienen sus días contados, y no con Dios, el Creador de Cielos y Tierra, El Que Es, el que existió antes de toda existencia y el que seguiría existiendo incluso si toda la existencia colapsara. 

Porque Dios, que tan profundo amor nos tiene, es lo único que puede saciar al hombre por completo. La relación con Dios, transciende cualquier relación humana o terrena, porque el amor de Dios hacia nosotros es infinito. 
He aquí que el hombre al principio acude a Dios, diciendo: Señor, acudo a VOS por MÍ. 
Y he aquí que, si se deja transformar por tan bello amor, el hombre acudirá a Dios, diciendo por inercia: Señor, acudo a VOS por VOS. 
La felicidad no es sentir o no sentir: la felixidad es Dios. Y por ello, por increíble que suene, se puede ser feliz incluso en medio de la peor de las adversidades. Porque el que en la paz de Cristo está, el que entregado a Cristo está, su conciencia está en paz, esté o no sufriendo. ¡Qué bello es esto! 

¡Bendito sea Dios, bendito sea su Santo Nombre, bendito sea su Amor! 
¡Tanto amor nos tuvo, tiene y tendrá, que se hizo hombre simplemente para derramar toda su sangre por nuestra salvación! 
Ese Dios grande, el único que existe, Soberano de todos los dioses, te dice a ti hoy:
“¡Qué bella eres, amor mío, qué bella eres!” (Cantar de los Cantares 4, 1).

Pax et bonum +

Matthaeus, ancillus Domini. 

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