La tristeza del relativismo y del mundo postcristiano
Triste es, en verdad, el mundo en el que vivimos. Un mundo sin sentido ni alegría, un mundo lleno de vicios y pecados, un mundo vacío y hueco, un mundo, en fin, alejado de Dios, que es el Sentido y la misma Alegría.
En nuestro tiempo, se cumple muchísimo más ese bello y cierto lema de la Orden de los Cartujos, iniciados por San Bruno: STAT CRVX DVM VOLVITVR ORBIS, esto es, LA CRUZ PERMANECE MIENTRAS EL MUNDO DA VUELTAS.
Porque, mientras el mundo cambia de ideas, de principios, de formas, de técnicas y de dioses, la Cruz, símbolo perfecto de la Santa Iglesia de Dios, permanece inmóvil, firme y unánime en su santa doctrina.
Hay, sin embargo, quienes tratan de mundanizar a la Iglesia, esto es, cambiar su divina enseñanza, cambiar la sana doctrina, o lo que es lo mismo (y además, suena peor): cambiar a Jesucristo. Hay quienes quieren que, mientras el mundo dé vueltas, que la Cruz lo haga con él, y esto es, queridos hermanos, inadmisible.
La santidad ha consistido desde siempre en una batalla, y es más, una guerra. Una guerra contra corriente, una guerra contra los vicios, errores y fríos vientos de nuestro tiempo, del tiempo particular de cada uno. Pues al igual que los santos mártires batallaron contra el paganismo, y nuestros santos más recientes lucharon contra la creciente laicidad y secularización, así otros santos, incluso en el contexto histórico de la Cristiandad, batallaron contra su tiempo, contra los errores y fríos vientos de su tiempo: véase a San Francisco, que batalló contra la corrupción del alto clero, optando por la pobreza, y por supuesto, permaneciendo completamente fiel al Santo Padre y a los obispos; o véase a San Francisco de Sales, que batalló contra las herejías de su tiempo, como el calvinismo; o véase a Isabel la Católica, que pese a no estar canonizada, muchos opinamos que goza de la visión beatífica; pues bien, podemos ver como ella, devota y fiel al Papa, corrigió al Santo Padre sobre algunos vicios y escándalos que él cometía. Y tendríamos más casos, como Santa Catalina de Siena.
Y estos son nuestros tiempos: los tiempos donde nada es verdad y todo está permitido. Esa falsa filosofía hemos de combatir: que nada es verdad y que todo está permitido. Porque decir que nada es verdad, es negar que Cristo es la Verdad; y decir que todo está permitido, es decir que incluso el pecar está permitido. Estos son nuestros tiempos, los tiempos del relativismo, donde la verdad la decide cada uno por su cuenta, donde cada uno tiene "su verdad", cada uno se crea "su verdad".
¿Y qué mejor que, en vez de autoengañarnos a sabiendas, creando una falsa verdad (cosa que es en el fondo un oxímoron), busquemos con insistencia la Verdad? Porque, una vez la encontremos, y ofrezcamos nuestro ser a Ella, toda nuestra vida cobrará un verdadero sentido. Porque Dios, el Creador del hombre, es el único que puede saciar al hombre, su criatura.
Permanezcamos en Dios, única Verdad y fuente de las demás verdades de este nuestro mundo.
Pax et bonum +
Matthaeus, ancillus Domini.
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